sábado, 16 de junio de 2012

Alternativas a los recortes en educación

Alternativas a los recortes en educación.
veo incrédulo e indignado como los gobiernos del PP y CiU se atreven a todo, y desmontan lo que ha costado muchos años conseguir en nuestro sistema educativo, tanto en la calidad como en relación a la equidad.
¿Son conscientes del daño irreparable que hacen?
Pregunto: antes de sacar maestros, no sustituirlos cuando están enfermos, cerrar aulas de acogida, llenar las aulas hasta arriba, reducir las becas, dejar de construir los centros que faltan, etc.,
No se les ocurre recuperar los miles de millones de euros que dedican a concertar las escuelas de élite, que cobran de manera irregular altas cuotas,
¿con la que segregan descaradamente el alumnado?
En época de vacas gordas les concedieron el concierto, y ya fue muy polémico, pero ahora es un escándalo, ¿no?

Y lo mismo podría decir de los muchos maestros de religión que pagan para centros públicos, aunque los elige la Iglesia católica.
¿No son prioritarias otras materias y otras tareas educativas?
Una cosa es la necesaria austeridad, la otra es comprobar que son muy duros con los débiles y muy suaves con los poderosos.
¿Hasta cuando lo aceptaremos?

viernes, 1 de junio de 2012

La ignorància

No sabemos nada.
No sabíamos que el estado del que formamos parte no era uno de los estados más ricos del mundo.
Que no era cierta la buena salud de las bancas.
Que no eran ciertas las palabras que nuestros mandatarios, los unos tras de otros, nos susurraban al oído: "Somos ricos." No sabíamos que la realidad era otra: íbamos, sin remedio, de cabeza al vacío.
Tampoco sabíamos que las leyes que configuran el estado de las autonomías se pudieran vulnerar sin punición.
Sencillamente, desconocíamos quiénes éramos.
No tener conciencia del propio yo se convierte en una tragedia para un individuo, como lo es para una sociedad.
Nos volcaba a la tragedia pensar que podíamos vivir en dios da con el sueldo de cada mes; creernos capaces de asumir créditos a largo plazo;
pagar planes de pensiones que vencerían tiempo allá;
imaginar que con cuatro monedas compraríamos un terreno para doblar su precio al día siguiente;
invertir en surprises convencidos de que siempre nos ofrecerían la sorpresa y nos cubrirían de oro.
Nos volcaba a la tragedia vivir todos los instante como si jugáramos a la ruleta, inmersos en el sueño de la chica que va al mercado a vender leche.
Este sueño era uno de los presupuestos en que se basaba una sociedad inculta.
Inculta porque cultura significa conocimiento, y conocimiento significa saber por qué camino pasos y por qué camino debes seguir caminando, saber dónde te lleva ese camino,
conocer el entorno, los cruces misteriosas, intuir sus límites y tus propios límites.
De repente, se ha descorrido el velo de la verdad oculta y nuestro propio yo ha aparecido al descubierto, en toda su crudeza.
Era al otro lado del espejo.
El lugar que el espejo, engañoso, nunca nos reflejaba.
Un espejo que nos hacía ver la imagen que nos habíamos formado de nosotros mismos, desconocedores como éramos de la cámara secreta que el vidrio escondía.
Dentro del espejo de nuestros días, durante años hemos proyectado el engaño.
Desventurados de nosotros, que nos hemos creído los predicadores del tanto se me da.
Basta que nos lo anunciaban algunos pensadores que, como los profetas, predicaban en el desierto.
Un desierto que queríamos lleno de oasis.
De oasis que nunca podríamos pisar porque no constituían más que un montón de espejismos.
Caímos de lleno en la trampa que, sigilosamente, se extendía de un extremo a otro del mundo.
Nos dijeron que en el fondo del bosque siempre había una lucecita que nos señalaba una maravillosa casa de chocolate, todo ocultándonos que dentro te esperaban la bruja y el malvado marido.
Puestos a creer en los cuentos de nuestros juegos, más nos hubiera valido recordar la fábula de la cigarra y la hormiga, o la del conejo y la tortuga.
La nuestra era la de la invulnerabilidad.
Como en Sigfrido, vivíamos convencidos de que nada podía herir nuestro cuerpo.
Ignorábamos que una hoja nos había cubierto un trozo de piel en un lugar secreto el día que los dioses lanzarnos el aliento de la inmortalidad.
Por ignorarse, también ignorábamos el lugar secreto.
No han tardado mucho en descubrirlo, las fuerzas del mal que, no lo olvidemos, siempre nos persiguen.
Lo han descubierto y han hundido la daga.
Los ojos cerrados y el corazón quieto, sólo nos queda una esperanza remota: que algún príncipe nos bese la frente y despertamos del letargo donde hemos caído, para vernos de nuevo convertidos en bellas princesas, llenas de luz.
Otro engaño: detenernos en estas consideraciones.
Golpearnos el pecho con golpes de penitencia.
Ignorar la verdad primera. La verdad que tiene un nombre compuesto.
El nombre es letra de cambio.
escribe Manuel de Entença a Bernardo de Codinachs, en un documento del siglo XIV que, según Sanchis Guarner, representa la primera letra de cambio de Europa.
A Manuel de Entença, en medio de las buenas palabras, se le escapa el miedo de no cobrar.